Carlos:
¿Por eso mismo? –me pregunta sin entender-.
Ana:
porque como le amo no quiero que deje esta
oportunidad.
Carlos:
-suspira- no sé, Ana. Deberías pensarlo bien… no te arrepientas después como
él.
Creo
que no soy consciente de lo que quiero hacer, pero sólo estoy mirando por él.
Nadie me va a entender pero… es esto y ya está.
Me
despierto. ¿Qué pasa? ¿Qué hago aquí? ¿Qué he soñado? Era el chico ese y los
demás, eran mi prima, Miriam, los chicos… y el chico que no sé quién es. Si ya
estaba todo bien, reconocí a todos, bueno menos a ese chico y el doctor Tomás
me dijo que me daría el alta y sigo aquí. En la habitación de un hospital.
Entra
mi prima con Carlos por la puerta.
Marta:
¡Hola Ana! Que susto nos has vuelto a dar, cariño.
Ana:
¿Qué pasó? No entiendo nada.
Carlos:
estabas hablando con Blas y –
Ana:
¿Qué Blas?
Carlos
y Marta se miran mutuamente.
Marta:
pues… Blas. Si lo has reconocido antes.
Ana:
no sé quién es.
Marta:
iré a avisar al doctor…
Carlos:
yo… yo me quedo aquí –dice tocándose la cabeza preocupado-.
Marta
sale de la habitación y Carlos se queda conmigo.
Ana:
¿Qué ha pasado?
Carlos:
no lo sé, Ana.
Ana:
sí, sí lo sabes.
Carlos:
esperemos a que venga el doctor ¿Vale?
Ana:
-suspiro- me iban a dar el alta, Carlos.
Entra
el doctor con Marta por la puerta.
Tomás:
-se acerca deprisa a mí- Ana… ¿Cómo estás?
Ana:
¡Mal! No entiendo nada. ¿Qué pasa?
Tomás:
a ver… estabas haciendo el ejercicio de reconocer a tus familiares, era el
último, te costó un poco más y de repente te desmayaste y no has despertado
hasta hoy.
Ana:
¿Cuánto tiempo llevo así?
Tomás:
tres días… ¿Qué no recuerdas?
Ana:
lo mismo de siempre. Al chico.
Tomás:
-toma apuntes mientras yo le hablo- muy bien, ahora vendrá una persona y me
tendrás que decir si la reconoces.
Ana:
vale.
Tomás:
Marta, Carlos porfavor salir de la habitación.
Ellos
dos salen y el doctor sigue apuntando en su cuadernito.
Tomás:
¿Qué recuerdas?
Ana:
el momento en el que Dani, David y Álvaro entraron.
Tomás:
¿No más?
Ana:
no. No sé si será de importancia pero he ¿Soñado? Con todos ellos y el chico al
que tengo su imagen y ya está.
Tomás:
¿Soñaste con todos?
Ana:
sí.
Tomás:
¿Qué clase de sueño tuviste? ¿Lo recuerdas?
Ana:
no… no recuerdo absolutamente nada.
Tomás:
muy bien… -no deja de apuntar en su cuaderno-
Y
salen de la habitación “necesita descansar”, cómo si no hubiese descansado ya
durante 3 días me digo a mi misma y vuelvo a mirar y a repasar cada objeto de
la habitación.
*Narra
Blas*
Veo
llegar a Marta, Carlos y al doctor con una cara que no me gusta nada. Salí a
llamar a mi madre hace tres días, a decirle que todo estaba bien que ella me
había reconocido y después el doctor salió al rato y nos dijo que Ana se
desmayó pero… ¿Qué pasó ahora? Vienen a toda prisa pero para mí, cada paso que
dan es eterno. Y cuando finalmente llegan Marta se sienta a mi lado. La miro.
Blas:
Marta ¿Qué pasa?
Marta:
-señala al doctor haciendo un leve movimiento de cabeza-.
Miro
al doctor.
Tomás:
todo lo que esta pasando es muy raro, le reconoció y ahora de repente no sabe
quién es Blas.
Blas:
¿Qué? –se me para el corazón, se me forma un nudo en el estomago, se me pone la
cara pálida ¿Qué más?-.
Tomás:
dice que no sabes quién es. Que recuerda hasta el punto en el que Dani, David y
Álvaro salieron de la habitación. Pero el punto que más me extraña es que no
recuerda a su familia tampoco.
Blas:
¿Ni a mi madre?
Tomás:
no, nada que tenga que ver con usted a parte de el resto –mira a todos los que
están conmigo-.
Veo
como el mundo se me cae en picado otra vez, todo absolutamente todo se esta
derrumbando a mi alrededor. ¿Qué se supone que tengo que hacer yo ahora?
Tomás:
le pediría que viniese conmigo para que lo vuelva a ver.
Blas:
claro. –digo desganado mientras me levanto de la silla con los ojos brillantes
y llenos de lagrimas-.
Tomás
se pone a caminar y yo detrás de él. Pero alguien me coge del brazo y me giro,
es Álvaro.
Álvaro:
hey, todo va a estar bien ¿Vale?
Blas:
-me encojo de hombros y no digo nada más-.
Álvaro:
vamos, Blas. Lo sabes.
Yo
ya no sé que sé, miro a Álvaro y sigo al doctor sin decir palabra. No me
apetece soltar ni si quiera una nota musical.
Llegamos a la puerta de la habitación.
Tomás:
Blas, lo mismo de hace tres días ¿Vale? No recuerda nada de ti.
Blas:
-asiento con la cabeza-.
Tomás:
no hagas que recuerde nada.
Blas:
no –digo mientras niego lentamente con la cabeza-.
Tomás:
son momentos difíciles, lo sé. Ofrecemos atención psicológica para caso así, si
quieres…
Blas:
no la necesito, gracias…
Tomás:
-coge la maneta de la puerta- todo tuyo. Cuidado. Puedes hablar pero no decir
en ningún momento quién eres –abre la puerta-.
Entro
y la vuelvo a ver ahí, sentada. Mi Ana. Me mira.
*narra
Ana*
Estoy
sentada en la cama cuando veo que la puerta se abre, levanto la mirada y la
clavo en la persona que está entrando y dirigiéndose a mí. Es él, la persona
que no sale de mi mente pero… sigo sin saber quien es. Es un momento que me
supera, estoy desesperada por saber quien es, como se llama, qué es de mí. Se
queda a unos dos pasos más de mí.
Ana:
¿Quién eres? Dímelo, porfavor.
Chico:
no puedo –me dice sonriendo-.
Ana:
pero… ¿Por qué? Reconozco a todo el mundo y a ti… no. ¿Por qué? ¿Cuál es tu
nombre? ¿Te conozco?
Chico:
no puedo decirte nada, créeme que lo haría.
Ana:
pero…
Chico:
-niega con la cabeza- tengo que salir.
Ana:
porfavor –le pido desesperadamente que me diga quién es-.
Él
sonríe una vez más y sale de la habitación. Perfecto, aquí sigo. Mirando la
habitación blanca sin lograr recordar quién es ese chico, poniendo todo mi
empeño sin conseguir resultado.
*narra
Blas*
Salgo
de la habitación sonriendo pero en cuanto cruzo el marco de la puerta se esfuma
la sonrisa. Y esta Tomás que quiere hablar conmigo.
Tomás:
¿Te reconoció?
Blas:
no.
Tomás:
le hicimos unas pruebas y nos hemos reunido los médicos que llevamos el caso de
Ana y hemos decidido, que lo mejor será hacer que no le conoce de nada.
Blas: ¿Cómo? No, no puede hacer eso. Ella logrará
reconocerme algún día –digo desesperado-.
Tomás:
no he dicho que no vaya a hacerlo. Tranquilízate. Lo hará pero no sabemos el
tiempo que pasará.
Blas:
pero… -me quedo callado un momento y pienso en la propuesta- ¿Es mejor para
ella decirle que no me conoce?
Tomás:
totalmente.
Blas:
díganselo. Si es mejor para ella… háganlo.
Tomás:
¿Seguro? Usted es quién esta implicado y decide.
Blas:
si es mejor para ella, decírselo.
Tomás:
muy bien. ¿Le acompaño a la sala de espera?
Blas:
no… no hace falta.
Y
creo que con la cara más pálida no he estado nunca. Llego a la sala de espera y
explico lo que van a hacer.
Miriam:
¿Y así? ¿Tal cual?
Blas:
sí.
Dani:
¿Cómo les has dejado?
Blas:
porque es lo mejor para ella.
Marta:
pero se olvidará de ti, Blas.
Carlos:
¿Sabes que te digo? Que muy bien. Los médicos han decido que eso sería mejor
para ella y tú, a pesar de los contras, has aceptado.
Álvaro:
cierto.
Carlos:
y ya verás cómo te recordará. Quizá pase un tiempo largo pero lo hará.
*narra
Ana*
Después
de un rato vuelve a entrar Tomás.
Tomás:
¿No supiste quién era?
Ana:
no.
Tomás:
¿Sabes? La verdad es que no le conoces de nada, Ana.
Ana:
¿Cómo que no? Si me desperté con su imagen en la cabeza, soñé con él…
Tomás:
a veces pasa cuando se tienen estos accidentes, pero no sabes quién es. Nunca
lo has visto antes.
Ana:
¿Entonces por qué vino a que le reconociera?
Tomás:
una prueba más.
Me
siento decepcionada. Creí que él era algo de mí, creí que se trataba de algún
sentimiento más…
Tomás:
te haremos una prueba más, deberás venir cada dos días a que te hagamos pruebas
¿Sí? Y sé que cuando termine el verano,
de aquí dos semanas tendrás que volver a Barcelona, allí tendrás que hacer lo
mismo.
Ana:
vale.
Tomás:
¿Quieres que entre alguien?
Ana:
no, no… Prefiero estar sola.
Tomás
sale de la sala y yo me quedo ahí. Ese tal Blas… yo juraría que le conozco.
Pasan
dos días más y ya estoy volviendo a casa, tengo que ir cada dos días al
hospital a hacerme una prueba. No tenía suficiente con mi enfermedad que ahora
estoy medio tonta.
Cuando
llego a casa quiero salir, he estado demasiado tiempo encerrada y no quiero
estarlo más, así que Marta, Miriam, Carlos y yo nos vamos por ahí a dar una
vuelta.
Los
días pasan y no he vuelto a ver a aquel tal Blas. Ni he escuchado hablar de él,
pero su imagen sigue en mi mente, intacta.
Llega
el día en el que debemos coger el tren Miriam y yo para volver a Barcelona.
Ayer por la noche hicimos una fiesta por la noche en la que no apareció el
chico tampoco. Sé que es amigo de ellos, me di un golpe en la cabeza pero no
soy gilipollas.
Estamos
en casa con todos, despidiéndonos una vez más de los chicos.
*Narra
Blas*
No
puedo ver a Ana, me revienta demasiado y hoy se va. ¿Qué hago? ¿Por qué acepté
la petición de que no supiese quien era? Soy imbécil… voy a ir a verla, me da
igual, necesito verla y decirle adiós. No sé como lo haré, que le diré pero me
voy a casa de Marta ya.
Cojo
las llaves del coche y corro hasta este, voy tan rápido como puedo hasta su
casa, son las 16:45hrs y Carlos me dijo que se iba a las 17:30hrs para la
estación, miro impaciente el móvil, donde aun estamos ella y yo como fondo de
pantalla, el trafico, el reloj. Me planto en el portal sin darme cuenta, dejo
el coche en segunda fila, no pienso más que en verla. Aprovechano que un vecino
sale del portal entro yo, y subo hasta el último piso por las escaleras,
corriendo, por no esperar al ascensor. Y en menos de un minuto estoy delante de
la puerta. Toco al timbre. Me abre Marta.
Marta:
¿Qué haces aquí Blas?
Blas:
necesito verla antes de que se vaya, porfavor. –le ruego-.
Marta:
pero el doctor dijo que no se podía…
Blas:
nunca dijo nada de no verla, dijo que no era bueno que ella supiese que me
conocía de antes.
Marta
me mira, y esque es verdad, el doctor Tomás nunca dijo que no nos pudiésemos
ver, simplemente hacer ver que no nos conocíamos.
Blas:
entraré como un amigo tuyo, y me presentaré, no le diré que la conozco, de
verdad Marta, de verdad. Créeme.
Marta
me mira por unos segundos sin decir nada y sabe que estoy desesperado por
verla.
Marta:
vale. Pasa.
Blas:
gracias, gracias.
Entro
al piso. Y a medida que paso el pequeño pasillo me voy poniendo más nervioso,
no la volveré a ver, no sabe quien soy, no sabe que existo, no sabe nada de mí,
ni de nosotros. Y llego al salón, todos se giran a verme y por último ella.
Clavo mi mirada en la suya y le sonrío, ella me mira como si hubiese visto un
fantasma pero sonríe, se me llenan los ojos de lágrimas.
Marta:
ha venido a visitarme, no sabía que estabais aquí.
Álvaro:
¡Hombre, Blas! Cuanto tiempo ¿No?
Carlos:
eso, que no das señales de vida.
Y
veo que están siguiendo el rollo.
Blas:
pues sí, he estado algo ocupado. Me fui a mi pueblo unos días –me invento
cualquier cosa porque ya no sé que decir-.
*Narra
Ana*
Y
pican a la puerta, Marta a abrir y después de un rato entra ella y detrás…
detrás el chico que tengo en la mente, el que no se va, el que permanece. Creo
que lo miro como si fuese un fantasma pero él me sonríe y yo hago lo mismo.
Álvaro y Carlos hablan como si fuese un desaparecido en combate y él responde
que estuvo en su pueblo, así que, como nadie hace el gesto de presentarnos me
meto en la conversación, quiero saber quien es.
Ana:
¿De qué pueblo eres?
Blas:
de Ricote.
He
estado ahí. Ricote, me suena mucho ese nombre y estoy segura que he estado ahí.
No sé cuando, ni cómo llegue, ni con quien pero he estado.
Ana:
¿Ah sí? Yo creo que he estado ahí.
Miriam:
¿Cuándo Ana?
Ana:
no lo sé…
Miriam:
¿Estás segura?
Ana:
sí.
Marta:
bueno Ana, hay que irse ya… perderéis el tren si no.
Ana:
claro…
Blas:
voy un momento al baño.
Me
despido de los chicos llorando, estoy triste por tener que irme de aquí, no
quiero. Pero este año ya terminaré mis estudios allí y podré venirme aquí a
continuar estudiando y estar con la gente que me quiere, mi gente. Álvaro se
despide de Miriam mientras ella llorar como si no hubiese un mañana, pobrecita…
y yo me despido de los demás entre risas y llantos, nos van a acompañar al
aeropuerto Carlos, David y Álvaro , así que van bajando, Dani a con ellos
después de darme una abrazo que casi me corta la respiración, Miriam y Álvaro
bajan también y nos quedamos mi prima y yo en casa.
Tengo
que hacer algo antes de que todo esto aquí termine, tengo que aclarar una
última cosa.
Ana:
Marta, es bajando cierro yo.
Marta:
¿Sí?
Ana:
sí, sí. Tranquila.
Marta
se va, y son tontos porque acaban de dejar aquí al chico ¿Nadie se acuerda de
él? Si que ha estado desaparecido…
Me
acerco al baño y toco la puerta.
Ana:
-pego dos toquecitos en la puerta y no sé como llamarle- em… chico… nos tenemos
que ir… todos se fueron ya.
Él
abre la puerta y veo lágrimas en sus ojos. ¿Qué pasa?
Ana:
¿Todo bien? –le pregunto-.
Chico:
-sonríe- sí, sí.
Ana:
encantada, soy la prima de Marta. –sonrío-.
Chico:
yo soy amigo de los chicos.
Ana:
-sonrío- ¿Sabes? Nadie quiso decirme tu nombre, ni quién eras. Me dijeron que
no nos conocíamos.
Me
mira sin decir palabra y yo continuo mi frase.
Ana:
pero sé que sí. Eres algo mío, eres parte de mí. Me desperté con tu imagen en
la mente y sigue ahí, supongo que, una de dos: o de verdad no te conozco o todo
esto es cosa de que mi mente siga bien y recuerde cuando tenga que recordar. De
todas formas, intentaré recordar quién eres y que eres de mí, me di un golpe en
la cabeza que, bueno sí, me dejó algo tonta, pero no lo soy y en cuanto
recuerde quién eres… te lo diré. –sonrío-.
Chico:
-tiene expresión triste pero me sonríe-.
Ana:
¿Por qué llorabas?
Chico:
-se encoge de hombros- ¿Sabes cuando
quieres mucho a una persona y ella ni si quiera sabe que existes? ¿O quién
eres? O no se acuerda de ti… eso me pasa.
Ana:
pues esa persona debería mirárselo ¿Eh? Porque quién no querría estar contigo –le
sonrío intentando animarle-.
Chico:
-suelta una pequeña risa- espero que se dé cuenta pronto.
Ana:
seguro –sonrío- tengo que irme a Barcelona, vivo allí…
Chico:
claro –sonríe- espero que nos volvamos a ver pronto.
Ana:
estoy segura de ello.
Bajamos
juntos por la escalera, él muy amble se ha ofrecido a llevarme las maletas. En
el portal, los chicos estaban a unos veinte metros esperando al lado de los
coches.
Ana:
bueno, nos vemos.
Chico:
bueno viaje –me dice en un tono triste pero sonríe-.
Que
sonrisa más perfecta, que labios tan perfilados. Yo le conozco.
Nos
ponemos caminos al aeropuerto y al final sólo pueden venir con nosotras Marta y
Carlos así que a los demás ya no los veré hasta… ¿Navidad?, espero que sea
antes.
Estamos
en Atocha despidiéndonos de Carlos y Marta.
Carlos:
ay mi loquis –me abraza- hacemos Skype ¿Eh? Cómo la otra vez, porfavor.
Ana:
claro, cielo –le abrazo fuerte- gracias por estar siempre ahí.
Carlos:
gracias a ti cariño, te quiero muchísimo –se separa de mí-.
Ana:
ay, ya esta va, no quiero llorar –le digo mientras se me cae una lagrima y él
me sonríe con los ojos llenos de estas-.
Ana:
Marta cielo, -la abrazo- nos llamamos, hablamos por whatsapp, por Skype… ya
sabes.
Marta:
sí, amor, cómo siempre.
La
abrazo un rato más y después Miriam y yo entramos al AVE.
Carlos
y Marta ya se han ido, y el AVE se retrasa un rato, veo a… al chico ese amigo
de los chicos, que sigue su imagen en mi mente y no paro de intentar recordar
quién es. Salgo corriendo del AVE y me acerco a él.
Ana:
¡HEY! –le grito-.
Chico:
-me mira- ¡Hola! –sonríe-.
Ana:
¿Qué haces aquí?
Chico:
vine a despedir a una amiga.
Ana:
¡Oh! Bueno… no me presenté antes y aunque me vaya en nada tengo que hacerlo –sonrío-
me llamo Ana.
Chico:
-sonríe- encantado una vez más. Yo soy Blas.
Y
entonces es cuando todo se para. Empiezan a pasar imágenes con mucha velocidad
en mi mente, y ahora todo cobra sentido, ahora todo encaja. Ricote, su sonrisa,
el porque me sonaba tanto. Es él, es mi Blas.
¡Aquí el último capítulo! Espero que os haya gustado. El capítulo anterior lo hice estando mal, sin inspiración y por eso salió así. Lo siento, espero que el último os guste. Y bueno, este sí que os pido porfavor que me lo comentéis, que os ha parecido la novela en sí, ya sea por Twitter, Ask, Whatsapp... La segunda parte la subiré en este mismo blog y os avisaré por Twitter, supongo que tardare unas dos semanas o tres en subir el primer capítulo. ¡Un besote enorme a todas y otra vez miles de gracias por haber seguido la novela! Nos leemos en nada, os quierooo♥