Creo
que hay 3h de aquí a Ricote, que me ha costado aprenderme el nombre pero lo he
conseguido.
Cuando
llevamos una hora de camino nos paramos en una gasolinera y yo voy al baño,
malditos hay 5 personas para un baño y no aguanto más. Y cuando me toca el baño
da asco, ¿Qué esperaba? Salgo del baño y voy a buscar a Blas que está comprando
algo para comer y beber en el coche. Blas va al baño y yo me quedo ahí mirando
las típicas tiendas de gasolineras y veo una cosa que me hace gracia. Nunca le
he regalado nada a Blas.
Cuando
Blas sale del baño volvemos al coche y abrimos las patatas y la bebida para
comer un poco, son las siete de la tarde.
Ana:
¿Queda mucho para llegar?
Blas:
-se encoge de hombros- dos horitas.
Ana:
¿Cada cuanto vienes?
Blas:
cada vez que puedo.
Ana:
¿Los echas de menos?
Blas:
sí… mucho. Sobre todo a mi madre, hablo con ella cada día pero no es lo mismo…
Ana:
-le pongo una mano en la rodilla y se la acaricio-.
Blas:
pero bueno ahora te tengo a ti conmigo –me sonríe y pone su mano derecha encima
de la mía-.
Ana:
-sonrío-.
Blas:
-me da un beso- ¿Seguimos no?
Ana:
seguimos, seguimos.
Llevamos
ya una hora y media más y yo voy dormida. Son las 20:30hrd y Blas para en una
gasolinera.
Blas:
Ana –me dice susurrando- Ana –me toca- .
Ana:
-me remuevo en el asiento del coche y me despierto, lo miro-.
Blas:
-sonríe- estamos en una gasolinera…
Ana:
-me desabrocho- ah, vale –digo dormida-.
Bajo
el coche y Blas va a echar gasolina y yo voy al baño. Es casi de noche ya y da
un poquito de mal rollo. Entro al baño, otro baño que da asco. Y cuando salgo
me encuentro a Blas ahí que iba a entrar al de hombres. Entra y yo le espero
ahí. Viene un camionero.
Camionero:
-se me acerca- hola.
Ana:
hola.
Camionero:
¿Qué haces aquí sola?
Ana:
espero a mi novio.
Camionero:
¿Tienes novio?
Ana:
sí –esto es demasiado raro-.
Camionero:
bueno. –se va-.
Sales
Blas.
Blas:
¿Con quién hablabas?
Ana:
-lo miro- ni idea.
Blas:
que bonito ha quedado lo de “¿A quién espera? A mi novio” –se ríe-.
Ana:
-le pego en el brazo- tonto.
Blas:
-se ríe- yo también te quiero.
Ana:
tira para el coche, anda.
Volvemos
al coche, llevamos media hora y me mareo.
Ana:
Blas, estoy mareada.
Blas:
¿Paro?
Ana:
sí, porfavor.
Blas:
¿cinco minutos a llegar a una gasolinera o ya, cielo?
Ana:
date prisa.
Y
creo que en menos de dos minutos ha llegado. Aparca el coche en el parking y yo
me bajo y me apoyo en el coche. Blas baja y viene a la parte derecha del coche.
Blas:
¿Cómo estás?
Ana:
mejor…
Blas:
¿Quieres agua?
Ana:
sí.
Blas:
-abre la puerta del coche y coge el agua y me la da-.
Ana:
-cojo la botella y bebo-.
Después
de unos cinco minutos ya me siento mejor.
Ana:
va, vamos.
Blas:
¿Ya estas mejor?
Ana:
sí, sí.
Blas:
no queda casi nada… 20 minutos o así –sonríe-.
Entramos
al coche y seguimos nuestro camino a Ricote. Son las 21:15 y ya hemos visto los
carteles y Blas todo emocionado él. Madre mía que vergüenza voy a pasar.
Llegamos.
Vaya, no me lo esperaba así. Es pequeñito y hay gente en la calle –me río
cuando pienso esto- llegamos a casa de Blas.
Blas:
-deja el coche ahí, en mitad de la calle- vamos –me mira y sonríe-.
Ana:
-sonrío, bueno, intento sonreír. Me voy a poner roja, por Dios que patético-.
Nos
bajamos del coche y ya Blas pica al timbre. Me mira.
Blas:
-sonríe- no comen –se ríe-.
Ana:
¿No me digas? –me río, nerviosa-.
Abren
la puerta, y es la madre de Blas puesto que le dice “hijo mío” y se alegra
muchísimo de verle. Es joven… Sé que se llama Maria Jesus porque Blas lo ha
dicho más de una vez.
Maria
Jesus: -se sorprende al ver a Blas y lo abraza- ¡Hijo mío! Que alegría.
Blas:
-la abraza sonriendo-.
Ana:
-miro a su madre y veo como le brillan los ojos, miro la estampa. Que bonito.
Ojalá pudiese tener a mis padres aquí. Ojalá-.
Blas:
-se separa de su madre y me mira-.
Maria
Jesus: -sonríe- tú debes ser Ana ¿Verdad?
Ana:
-sonríe y asiento con la cabeza- sí.
Maria
Jesus: ¡Encantada, cielo! -me abraza-.
Ana:
-la abrazo y sonrío, pensaba que tendría más vergüenza-.
Blas:
-sonríe cuando nos ve abrazadas-.
Maria
Jesus: vamos adentro, ya veras que contento se pone el abuelo –nos sonríe-.
Entramos
y es la típica casa de pueblo y me río al imaginarme por aquí a Blas corriendo
de pequeño y cantando.
Blas:
¿De qué te ríes? –me dice sonriendo-.
Ana:
nada, nada –sonrío-.
Llegamos
al salón y ahí están los abuelos de Blas y más familia. Vaya… que vergüenza.
Todos
se alegran de ver a Blas y me presenta como “ella es Ana, mi novia” sonriendo
siempre. Maldito, le quiero mucho. Y su abuelo
Después
de presentarme a la familia que había allí vamos al coche a por las maletas y
vamos a la habitación de Blas, que ahora tiene una cama de matrimonio pero la
habitación sigue tal cual de cuando él era pequeño. Me hace gracia.
Bajamos
otra vez y estamos ahí con la familia de Blas. Él esta con su padre y dos de sus
tíos hablando de cómo le van las cosas en Madrid y yo sentada en la mesa con su
madre y sus dos tías. Maldito Blas me ha dejado aquí, -me río-. Y una tía suya
que se llama Pilar me empieza a preguntar cosas.
Pilar:
¿Y no eres de Madrid verdad Ana?
Ana:
no… soy de Barcelona.
Carmen:
-otra tía de Blas- ¿Ah sí?
Ana:
sí…
Pilar:
¿Y cómo conociste al chiqui?
Ana:
pues mi prima vive en Madrid y yo fui allí por Navidad y ellos eran amigos –le
sonrío pero en realidad tengo una vergüenza que no me la aguanto ni yo-.
Pilar:
-sonríe-.
Carmen:
¿Y qué edad tienes bonita?
Ana:
18.
Carmen:
¡Ah! Pensaba que tenía más.
Ana:
vaya, gracias –me río-.
Maria
Jesus: no le digas eso, mujer.
Carmen:
si lo digo porque vive sola y todo ¿No?
Ana:
sí.
Pilar:
¿Y eso? Con 18 años –sonríe-.
Ana:
bueno… mis padres fallecieron.
Carmen:
-se hecha las manos a la boca- ¡Ala! Lo siento.
Maria
Jesus: -me acaricia una mano que tenía encima de la mesa, ella creo que sabe
todo esto-.
Ana:
no te preocupes…
Pilar:
bueno, ¿Y te gusta Madrid?
Ana:
sí, mucho… quiero irme a vivir allí cuando termine mis estudios el año que
viene.
Carmen:
¿Qué estudias?
Ana:
fotografía.
Pilar:
periodismo ¿No?
Ana:
sí y no –río- es raro.
Carmen:
¿Y en Navidad ya conocías a Blas?
Ana:
sí, de hecho lo conocí en Navidad…
Carmen:
¡Ah!
Maria
Jesus: -cambia de tema- bueno, cielo. ¿Tienes hambre?
Ana:
-la miro, agradeciéndole con la mirada que haya intervenido. Ella tiene que
saber cosas de las que han pasado- un poquito –sonrío-.
Maria
Jesus: ¿Os quedáis a cenar? –mira a Pilar y a Carmen-.
Carmen:
no, yo no. Nos vamos ya…
Pilar:
yo igual… ya venimos otro día todos.
Ana:
-¿Quién son todos? Me quedo pensando-.
Carmen:
Juan vámonos, va.
Nos
levantamos de la mesa y los tíos de Blas del sofá.
Juan:
-marido de Carmen- bueno Ana, encantado de conocerte –me sonríe y se despide de
mí con dos besos-.
Ana:
-le sonrío-.
Alberto:
-marido de Pilar- lo mismo digo, un placer –me da dos besos-.
Ana:
-yo sólo les sonrío-.
Después
se despiden de Blas y demás y se van. Maria Jesus va a la cocina a hacer la
cena y yo, a pesar de mi vergüenza, entro.
Ana:
¿Necesitas ayuda?
Maria
Jesus: -me mira sonriendo, siempre sonríe- no, cielo. No te preocupes.
Ana:
¿Segura?
Maria
Jesus: bueno, si quieres hacer la ensalada –se ríe-.
Ana:
claro que sí.
Yo
me pongo a hacer la ensalada y ella una tortilla de patatas, me hace una
pregunta que me sorprende.
Maria
Jesus: ¿Tú también lo pasaste mal cuando volviste a Barcelona?
Ana:
-paro de hacer la ensalada y la miro, vuelvo mi vista a la ensalada- sí…
Maria
Jesus: lo hizo por ti. No le guardes ningún rencor.
Ana:
lo sé… -digo alucinando aun-.
Maria
Jesus: no se lo diga ¿eh? Que me mata –se ríe- pero en cuanto pasó Navidad él
se vino aquí, y… jamás lo había visto así.
Ana:
-no digo palabra, me sorprende que me este hablando de esto-.
Maria
Jesus: lo pasó realmente mal. La última vez que se fue de aquí tú no habías
vuelto a Madrid aun, y se fue con una cara. Y verle hoy sonriendo ha sido lo
mejor.
Ana:
-sonrío-.
Maria
Jesus: y me alegro que seas tú quien le hace feliz –me mira sonriendo-.
Ana:
-la miro- vaya… gracias –sonrío-.
Maria
Jesus: cuando te fuiste él estuvo muy mal. Me llamó aún cuando tú estabas allí
en Navidad y me explicó todo y yo le dije que hiciera lo que él viese mejor, de
hecho me dijo que seguiría contigo que le había costado mucho convencerte de
que la distancia sí se puede saltar y al día siguiente me llamó, llorando
diciendo que te había dejado… No lo entendí, pero cada uno aprende de sus
errores ¿No? –sonríe-.
Ana:
sí…
Maria
Jesus: pero te quiere, muchísimo ¿eh?
Ana:
-río- lo sé…
Entra
Blas y nos abraza a las dos.
Blas:
las mujeres que yo más quiero en este mundo.
Ana:
-sonrío-.
Maria
Jesus: ¡Pelota! Pon la mesa, corre.
Blas:
mamá, sí te quiero –la mira con cara de resentimiento-.
Maria
Jesus: y yo a ti hijo mío –le sonríe-.
Blas:
-me mira y sonríe-.
Ana:
-le sonrío-.
Maria
Jesus: ¡Blas! A poner la mesa, va.
Blas:
vale, vale.
Me
río, que poder tiene su madre para convencerlo. ¿Cuántas cosas sabrá esta mujer
de todo lo que pasó? Blas le debió contar mucho. Él siempre dice que su madre
es su mayor ayuda… Y pienso como lo debió pasar y me da pena, pero bueno, al
fin y al cabo es pasado.
Holiiii! Aquí otro cap. :) Espero que os guste y me lo comentéis como siempre ya sea por Ask o Twitter!! Si quieres que te avise sólo dímelo y te avisaré cada vez que suba por Twitter :) IMPORTANTE: subiré cada MARTES a partir de ahora. No puedo más seguido así que los Martes será el día que subiré! Un besote enormeeeee♥
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