martes, 21 de enero de 2014

Capitulo 24

Él siempre dice que su madre es su mayor ayuda… Y pienso como lo debió pasar y me da pena, pero bueno, al fin y al cabo es pasado. 
Nos sentamos en la mesa y empezamos a cenar. En familia… ¿Familia? ¿Puedo decir que tengo una familia? Y la tristeza viene a mí y la imagen de mis padres viene con ella. Nunca asumiré aquello pero no queda otra que seguir adelante. Blas se da cuenta de que no estoy hablando y me mira yo le evito la mirada  sigo comiendo. Después cuando acabamos de cenar vamos arriba a dormir, estamos casados del coche y necesitamos dormir, me sorprende que Blas no me pregunté nada del porque estaba así en la cena pero entiendo que esta cansando y quiere dormir.

Al día siguiente nos despertamos tarde y pasamos la mañana con sus padres, comemos y los padres de Blas están durmiendo la siesta.

Blas: ¿Quieres dar una vuelta? –sonríe-.
Ana: sí, claro –sonrío-.
Nos levantamos del sofá y el abuelo de Blas esta viendo la tele, y nos mira.
Blas: abuelo, nos vamos a dar una vuelta.
Abuelo: Vale –dice en tono alto y noto que anda un poquito mal del oído-.
Blas: -le sonríe-.

Salimos de casa, no hay nadie por el pueblo. Me sorprende bastante. Vamos caminando por ahí.

Ana: ¿Y la gente? –me río-.
Blas: -me mira riendo- durmiendo, supongo. Nunca hay nadie fuera de sus casas.
Ana: vaya… que diferente de la ciudad.
Blas: sí, mucho… Aquí desconectas de todo, es bueno.
Ana: sí ya veo… No me llega apenas cobertura –me río-.
Blas: me tienes a mí –me mira y se ríe-.
Ana: -sonrío- que idiota.

Nos sentamos en un banco debajo de un árbol realmente grande que nos da sombra.

Blas: cielo… ¿Qué te pasaba ayer?
Ana: ¿Cuándo? –sé de que me habla-.
Blas: ayer, en la cena… te noté rara… triste.
Ana: -como me conoce, maldito. Lo miro-.
Blas: ¿Qué?
Ana: nada… vi una familia unida y al completo. Bueno casi al completo –recuerdo a su abuela- y… no sé. Ojalá yo siguiese teniendo una familia así.
Blas: y la tienes.
Ana: allí –miro al cielo-.
Blas: y aquí. Todos los que estaban ayer cenando en la mesa, son tu familia.
Ana: -miro a Blas y le sonrío con lagrimas en los ojos-.
Blas: ven aquí –me abraza- lo mío es tuyo, amor. Siempre.
Ana: -le correspondo el abrazo sin decir palabra porque hay veces en las que sobran-.
Blas: ellos te quieren, mi madre sobre todo. Me dice y me repite una y otra vez que no te pierda. Que no deje ir otra vez.
Ana: ¿De verdad? –me río-.
Blas: sí…
Ana: ¿Qué sabe ella?
Blas: ¿De qué?
Ana: de todo lo que pasó.
Blas: -me mira y deja de mirarme y fija la vista en un punto fijo del suelo- todo. Absolutamente todo. Cuando todo pasó yo me vine aquí y… bueno, ya sabes. Todo estaba mal. Ella me apoyaba siempre, y aunque no me repetía lo tonto que había sido en dejarte ir me lo dijo en una ocasión y se me quedó tan mal cuerpo, tan mal ánimo que jamás volvió a hacerlo. Ahora, desde que sabe que estas conmigo me repite una y otra vez que no te deje marchar, que te mantenga a mi lado. Que no merece la pena sufrir por gente que no merece la pena tener, pero contigo sí. Debo hacerlo.
Ana: ¿Por qué merezco la pena? Yo no lo veo así.
Blas: pero eres la única que lo ve así. Mi madre me dijo… -intenta ordenar palabras en su mente-  “Chiqui, si no te quisiera de verdad no habría perdonado lo que hiciste, por mucho que tú lo hicieras por ella, no lo perdonaría. Cuídala. Siempre. Pase lo que pase”. Sé que no merezco volver a estar contigo.
Ana: sí que lo mereces –le cojo la cara y hago que me mire- lo mereces mucho. Porque miraste por mí bien sin pensar en tu mal. Y claro que te quiero, muchísimo, ni te lo imaginas. Nunca vuelvas a decir que no merezco estar contigo, o te pego –suelto una pequeña risa-.
Blas: -sonríe y me da un beso-.
Sus labios son tan suaves…

Después nos levantamos y seguimos caminando. Son las 19:00hrs y volvemos hacia casa. Caminando nos encontramos unas vallas pequeñitas que envuelven una especie de fuente muy bonita y Blas se acerca.

Ana: -le acompaño-.
Blas: -se apoya en la baranda- ahí me caí yo –señala la fuente-.
Ana: -lo miro y me empiezo a reír- ¿En serio?
Blas: sí, no te rías. Me hice daño.
Ana: -sigo riendo-.

Cuando llegamos a casa, en menos de… ¿5 minutos? Estábamos sentados en la mesa y Maria Jesus saca un álbum de fotos de Blas de pequeño. Me voy a reír.

Blas: mamá, no saques eso, por Dios.
Maria Jesus: ay chiqui, si esto es lo más bonito que hay.
Ana: sí, yo lo quiero ver –sonrío-.
Blas: -me mira con cara de “que lista eres”-.
Maria Jesus: mira Ana, aquí es de cuando él era pequeñito.
Yo cojo el álbum y lo abro. Pero por Dios, que monada de niño. Blas se sienta al lado mío y me pasa un brazo por la espalda, yo le pongo una mano en la pierna mientras voy mirando las fotos. Un niño pequeño, muy adorable que en ocasiones sonríe y en otra sale enfadado. Mi Blas. Mi pequeño Blas.
Blas: -me impide que pase una página- mira, mira. En esta foto es cuando me hice daño cuando caí a la fuente.
Ana: -la miro y tiene un chichón importante en la frente- ¡Hala! Pedazo de chichón –me río y le toco la frente-.
Blas: ¿Qué?
Ana: que no lo tienes –me río- pero eso… madre mía debería seguir ahí –me río más-.
Blas: que mala.
Ana: -lo miro y sonrío mientras sigo riéndome-.
Maria Jesus: ¡Miraaaaaaa! –me pasa una foto de Blas en la bañera de pequeño- que adorable eras chiqui…
Blas: lo sigo siendo –se ríe-.
Ana: me encanta la foto, en serio. Que adorable sales.
Blas: -se ríe-.

Nos quedamos ahí viendo fotos, después ayudo a Maria Jesus a hacer la cena y cenamos. Hoy hay fiesta en el pueblo, no sé de qué pero no sé, hay fiesta. Después de cenar nos cambiamos y salimos de la casa. Vamos a la plaza del pueblo y un grupo de gente de unos 20-25 años se nos acercan.

Chico: ¡Blaaaas! ¡Cuánto tiempo amigo!
Blas: ¡Hola Jaime!
Jaime: -le da un abrazo al que Blas corresponde- ¿Cómo estas, tío? ¿Qué tal todo?
Blas: bien, bien. ¿Y tú qué?
Jaime: bien, aquí viendo a la familia.
Blas: ¿Dónde vives ahora?
Jaime: en Alicante, aquí al lado pero ya mañana nos vamos todos –ríe-.
Blas: vaya –ríe-.
Blas saluda al resto del grupo, hay chicos y chicas.
Blas: bueno y ella es Ana, mi novia –dice sonriendo-.
Ana: -sonriendo saludo a todos, son unos ocho y llega una chica que me saluda con desprecio pero quien sabe por qué-.

Nos quedamos un rato ahí con ellos, son todos muy simpáticos. Fueron con Blas al colegio pero después cada uno tomó un rumbo diferente yéndose a las ciudades y dejando Ricote.
Todo me parece tan… ¿Raro? Amigos, familia, amor. Cosas que yo no vivía desde hacía muchísimos años y me han venido todas de golpe. ¿Por qué? Me pregunto una y otra vez.
Después de estar un ratito con ellos nos vamos a dar una vuelta.

Blas: ¿Tienes ganas de caminar?
Ana: -lo miro- depende –sonrío-.
Blas: merece la pena.
Ana: vamos, va.

Caminamos durante un ratito por la montaña y llegamos a un ¿Mirador? Pero parece que aquí ya no viene nadie.

Blas: -se para antes de acercarnos a la baranda y me suelta la mano-.
Ana: -le miro, veo en sus ojos… ¿Dolor?- amor ¿Qué pasa?
Blas: -no me dice nada-.
Ana: Blas ¿Estás bien? –le tocó un hombro-.
Blas: -me mira y mira mi mano ¿Qué le pasa?- sí, sí.
Ana: ¿Qué te ha pasado? –no dejo de mirarle con cara de preocupación-.
Blas: nada, nada. Tranquila. Cambia esa cara –me acaricia mientras sonríe-.
Ana: - ¿Qué cojones acaba de pasar? Dejo el tema y me acercó a la barandilla y… ¡Que bonito! Se ve Ricote y todo el campo/bosque/montañas que lo envuelven-.
Blas: -me abraza por detrás- es bonito ¿verdad?
Ana: sí –le cojo las manos que las tenía en mi barriga-.
Blas: -noto su sonrisa en mi cuello-.
Ana: -veo algo rallado en la baranda, un corazón y dentro pone dos nombres, le paso el dedo por encima pone una fecha “20/03/75”- dios.
Blas: mucho tiempo ¿Cierto?
Ana: sí…
Blas: el que vamos a estar nosotros.
Ana: -intento sonreír, ojalá mi amor, ojalá- ojalá.
Blas: nadie lo impedirá.
Ana: sólo hay una cosa que puede impedirlo –se lo voy a contar-.
Blas: ¿El qué?
Ana: ¿Quién? Dirás.
Blas: -me mira sin entender nada-.
Ana: -no es momento. Me saco una orquilla del pelo y le rompo la bolita de la punta-.
Blas: -sonríe-.
Ana: -le doy la pinza- va, hazlo tú, lo estas deseando –sonrío-.
Blas: -coge la pinza y raya la baranda- No quieres la pinza ¿No? –se ríe-.
Ana: no –me río-.
Blas: pues me la guardo yo –se la mete en el bolsillo-.
Ana: ¿Qué has puesto? –me acerco a la baranda-

“Tú siempre serás mi persona favorita A&B”

Ana: -lo miro y me esta mirando sonriendo, lo abrazo-.
Blas: -me abraza- me vamos a sentarnos al banco.
Ah, que hay un banco. Yo sin darme cuenta. Es de piedra y muy, muy viejo nos sentamos.

Ana: no se caerá esto, ¿No? –pregunto, y va en serio-.
Blas: -me mira y se ríe- que va, tonta –me abraza-.
Ana: se ve… abandonado esto…
Blas: no viene nadie ya… de hecho creo que pocas personas saben que esto esta aquí, porque me lo enseñó mi abuelo a mí pero nunca veníamos aquí de pequeños y tampoco dije que esto estaba.
Ana: ¿Sueles venir aquí?
Blas: siempre. Siempre que vengo a Ricote subo aquí.
Ana: -sonrío- ¿Y por qué cuando hemos entrado aquí te has quedado parado?
Blas: -me mira y deja de mirarme- porque la última vez que estuve aquí fue cuando lo deje contigo.
Ana: -noto como se pone tristón, ay Blas… cuando te darás cuenta que eso ya no importa. Le toco una pierna- pero ahora estas aquí, conmigo.
Blas: sí –sonríe-.
Ana: las fotos que me ha enseñado hoy tu madre son lo más, que lo sepas.
Blas: que va, dan vergüenza ajena.
Ana: ¡Que va! Eres bello desde pequeñito –me río-.
Blas: -me mira y sonríe- cuando tengamos un hijo que se parezca a ti, si no…
Ana: -un hijo… ojalá lleguemos a eso- ¿A mí? No, mejor a ti, con tus ojos.
Blas: ¡Pero mi nariz no!
Ana: -me río- tonti.
Blas: -sonríe- y oye… antes con mis amigos te noté rara, no con vergüenza. Rara.
Ana: no…
Blas: sí, estabas como triste.
Ana: que va.
Blas: Ana… -me mira- no soy idiota, cielo. Ana: lo sé –sonrío-.
Blas: ¿Qué pasaba? ¿Qué pensabas?
Ana: no lo sé. Supongo que… nunca he tenido amigos así de toda la vida, todos se fueron cuando pasó lo que pasó y ver que ahora te tengo a ti como te he dicho esta tarde es como un regalo.
Blas: -me abraza- siempre me vas a tener, lo sabes.
Ana: y tú a mí –“y ojalá sea mucho tiempo más” pienso y lo abrazo con fuerza-.


Después nos vamos a casa, sin prisa. Y Blas me va explicando cosas del pueblo. Cuando llegamos está despierta Maria Jesus.

Blas: hola, mamá.
Maria Jesus: hola chiqui, ¿De dónde venís? –nos sonríe-.
Blas: del mirador.
Maria Jesus: ¿Ah sí? Es bonito ¿Verdad Ana?
Ana: sí –sonrío-.
Maria Jesus: hace tiempo que no. Muchísimo tiempo.
Blas: esta lleno de plantas, ya no lo cuidan…
Maria Jesus: nunca lo han hecho, siempre lo hacía el abuelo y ya…
Ana: pero igual, es bonito –sonrío-.
Maria Jesus: se ve todo Ricote y de noche es precioso –sonríe-.
Ana: -asiento con la cabeza sonriendo-.
Maria Jesus: bueno chiqui y mi Ana, voy a dormir ya…
Blas: vale, no tardaremos nosotros –me mira-.
Ana: -niego con la cabeza-.
Maria Jesus: ¡Ah! Mañana hay comida familiar, quieren verte chiqui, y a ti Ana.
Blas: -sonríe- perfecto.
Maria Jesus: buenas noches.
Ana: buenas noches –sonrío-.
Blas: buenas noches mamá.

Ella se va a dormir y Blas y yo nos quedamos ahí viendo un rato la tele.

Ana: Blas, cuando tu madre dice “comida familiar” ¿A cuanta gente se refiere?
Blas: uhm… no sé –ríe- vendrán mis primos y tíos, quince alomejor.
Ana: que vergüenza –río-.
Blas: ¡No! Ya veras que no, son todos muy majos.
Ana: si son como tú… no.
Blas: ¡Eh! –me mira ofendido-.
Ana: -me río y le doy un beso- es broma, tonto.

Y después de un ratito vamos a dormir.
Al día siguiente nos despertamos y ayudamos a hacer la comida a Maria Jesus y a la 13:00hrs empieza a llegar gente.
Blas tiene una prima y un primo de su edad más o menos y un pequeño, que es muy mono. Su prima se llama Maria y me cae muy bien, es muy amable y me repite una y otra vez que no tenga vergüenza que son normales y que no comen.

Alberto: -primo de Blas- y Ana ¿Cuándo vuelves a Barcelona?
Ana: pues cuando acabe el verano…
Blas: -mira hacia abajo-.
Alberto: ¿Y mantenéis la relación a distancia?
Ana: sí… Tengo pensado irme a Madrid cuando acabe mis estudios en Barcelona.
Alberto: ¿El año que viene?
Ana: sí…
Alberto: ¿Y no se hace difícil esto de la distancia?
Blas: bueno, dejemos el tema ya.
Viene el primo pequeño de Blas. Se llama Raúl, un encanto de verdad.
Raúl: chiqui –pide que lo coja-.
Blas: -coge al niño sonriente que esta feliz de verle-.
Raúl: ¿Quién es? –pregunta a Blas refiriéndose a mí-.
Blas: mi novia.
Raúl: ¿Tienes novia? –mira a Blas con cierta cara de asco, ay estos niños… me rio-.
Blas: sí –le pone una cara de confusión riéndose-.
Raúl: es guapa –se ríe y esconde su cabeza poniéndosela en el pecho a Blas-.
Blas: -sonríe y le coge la cabeza con cuidado con una mano-.
Ana: ¿Cuántos añitos tienes? –le digo-.
Raúl: seis –dice con vergüenza-.
Ana: -sonrío y le acaricio la rodilla-.

Nos quedamos ahí. Su familia es muy amable y también están sus tíos del día que llegamos, que me preguntan cosas de esas que quiero que la tierra me trague. Se tiran toda la tarde allí con nosotros, me he dado cuanta que hasta el niño pequeño llama “chiqui” a Blas. Es curioso.

Llega el día de volver a Madrid, me da penita la verdad que aquí me tratan muy bien. Cogemos el coche el Domingo al medio día, después de comer y llegamos a Madrid a eso de las 20:00hrs de la tarde. He notado raro a Blas durante el viaje, pero bueno, creo que será porque no le gusta separarse de su familia, como a nadie. Bajamos en casa de mi prima y él me ayuda a subir las maletas.

Miriam: ¡Ana! ¿Cómo ha ido por … Ripote?
Ana: Ricote –me río-.
Miriam: pues eso.
Ana: bien, su familia es super amable –sonrío-.
Marta: ¿Se lleva en los genes? –mira a Blas y se ríe-.
Blas: no sé yo… -ríe- bueno me voy a ir a casa y eso que mañana tenemos ensayo ¿Vale?
Miriam y Marta: vale, papote ricote.
Blas: ya estamos con la bromita… -se ríe yéndose a la puerta-.

Acompaño a Blas a la puerta.

Blas: -me abraza- gracias por venir conmigo.
Ana: -sólo sonrío-.
Blas: ahora echaré de menos dormir con alguien por las noches –se separa y me mira con cara de pena-.
Ana: -sonrío y se la acaricio- al final te cansas de mí.
Blas: eso nunca.
Ana: ves a tu casa y descansa.
Blas: no creo que pueda verte hasta el día del concierto…
Ana: -tema que me pone triste e intento ocultar- no pasa nada –sonrío-.
Blas: -sí que pasa –piensa- hablamos por whatsapp y  te llamo ¿Sí?
Ana: claro –sonrío-.
Blas: -me da un beso- te amo, cielo.
Ana: yo más –sonrío-.


Veo como Blas se va, raro. No sé por qué se va con esa cara. Vuelvo al salón y me quedo ahí con Marta y Miriam.



Aquí tenéis el 24! Espero que os guste y me lo comentéis como hacéis hasta ahora y quien no lo hace también! Ask, Twitter, en el chat de la derecha... donde queráis! Un besote enorme y GRACIAS por leer la novela:)))))))

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